TORTURA






Soporto muy bien la presión. Y el frío, y el calor. Aguanto el dolor físico ya sea voluntario o infringido con rabia y furia. Soy de los seres que han nacido para guardar secretos y descerrajar los ajenos. Estoy porque sé dónde, cómo y cuándo. Tomo de la vida lo que me otorga sin preguntas ni vanas cuestiones éticas. Para eso están los demás, los blandos, los templados, los sin nombre. Lo que dejo atrás en mi pasaje, rezagado queda y no tengo más que decir.

 Ustedes me intentan poner en un aprieto peligroso, en mitad de este decorado repleto de objetos que buscan desvelar mi emoción. El guión lo tienen ustedes muy estudiado, feliciten de mi parte al impulsor y autor de tan maravillosa puesta en escena. De verdad que otro, que no fuera yo, sentiría amenazadoras sus preguntas, sus paseos ante mis ojos, las sombras que crean en la pared a medida que sucede el tiempo. 

Pero conmigo dan contra hierro sin forja posible. Reconozco que la última pregunta me ha descolocado de mi firmeza, pero tan tenue, que ya saben que no les contestaré. No les diré las ganas que tengo de limpiar la sangre que me resbala desde el pómulo, ni el dolor agudo que me tronza en dos mitades el estómago. 
Por mí, pueden continuar hasta el total desmayo o mi muerte; nadie me espera. Y si eso sucediera, alguien que no existe, alguien que no es nadie, alguien que no me importa, sentiría un agudo puñal en sus lindas entrañas desgarrándola, rajándola desde el corazón hasta su vientre, el que con la boca me permito besar cuando espera de madrugada a que yo vuelva, para darme su piel y su cobijo. Ella ha sido la señal definitiva en la encrucijada. A partir del cruce de caminos, ya he elegido yo, aunque sea para distanciarme de lo anterior.

 Perdónenme si soy así de cabal y noble. Callo porque mientras me torturan, mi mente toma derroteros fantasmales pero me ocupan todos los sentidos. El dolor viene hasta mí de manera muy lejana, como el ruido de una bomba que estalla en otro edificio mucho más alejado del que nos envuelve. Desconozco si ustedes van a permitirme seguir viviendo, aunque estaría bien, me sitúo en el margen de responsabilidad que quise para maniobrar con la seguridad que me otorga el no permitirme jamás el miedo. 

Me preguntaban por ella, pues nada diré de la seguridad que desconoce todo, absolutamente todo sobre mí y mis actos. No ha querido saber, porque es una mujer inteligente que sabe priorizar en su vida y sus afectos. Así como dona con generosidad los últimos, protege de tal forma la primera que hasta la recreación de lo vivido consigue apartarlo hacia un rincón y taparlo, hasta que olvida dónde lo escondió, o si fue un sueño o fruto de su desbordante imaginación. Esto le permite seguir viva, inocente, un blanco papel por escribir.

No, desconozco dónde está, no tengo ni idea. Sí, tampoco ella a mí. De acuerdo. Les veo acercarse de nuevo amenazadores, con sus cables, sus puños, sus rostros de malos que pretenden cumplir bien con su trabajo, serlo. No tengo ni idea. No sé. No entiendo la pregunta. No diré nada. 

Soporto bien el no recordar. También tapo lo que escondo, hasta que me olvido de que alguna vez lo he tenido.
Lo aprendí de ella...




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